He abierto una carta sin remite, me la encontré asomando bajo el felpudo. Está grasienta, llena de faltas, escrita con descuido aunque sus palabras despiden amor y esperanza. Es de Marta, la churrera de la esquina. “Te amo, cuando te veo aparecer bajando la calle, me da un vuelco el corazón. Sufro por no ser capaz de hablarte ni decirte lo mucho que te necesito. Dame la oportunidad que no merezco, escríbeme, dime lo que sea por favor. Te quiere, Marta”.
Hoy he recibido la decimotercera y ya no habla de amor, me llama cobarde por no acercarme, por no contestar, por despreciarla. Me amenaza con saltar desde el 7º en el que vive. No quiero hablar con ella, no tengo ningún interés pero la situación se está complicando y necesito concentrarme en la selectividad. Esta chica puede estar perturbada o peligrosamente enamorada y lo más disparatado es que apenas sabe quién soy. Seguro que me espía a la vuelta del instituto o cuando me fumo un pitillo antes de subir a casa. No se da cuenta de que podría ser un perfecto imbécil, un asesino de churreras o un enfermo mental. Le importa un bledo. Voy a hablar con ella ahora mismo, improvisaré. Estoy a punto de entrar y las dudas me asaltan, un escalofrío me recorre el cuerpo, “¡venga coño, vamos allá que está sola!”
– ¿Marta? Hola, supongo que esperabas que tus amenazas me atrajeran hasta ti. Pues sí, lo han conseguido. También has logrado mi desesperación, que pierda el norte. No puedo soportar por más tiempo la presión a la que me estás sometiendo, quien sabe si no cometeré una locura.
Salgo de allí a la carrera. Soy consciente de que estoy afectado de veras, no me arrepiento de mi actuación porque razones no me faltan.
Después de tantos años, la experiencia me ha enseñado a valorar los detalles, las actitudes de los otros, los momentos más sutiles. Tengo la fortuna de mantener inmaculados aquellos recuerdos en blanco y negro en los que era un joven impulsivo y egoísta. Sí, Marta dejó de escribirme y desapareció sin dejar rastro. Tal vez desesperada por no poder alcanzar lo inalcanzable, alejándose para no recordar, buscando olvidar aun a costa de su libertad. Por casualidad, me enteré de que había tomado los hábitos en un convento de Ávila. Sin dar explicaciones a nadie, ni a sus padres que siempre desearon que continuara con la tradición familiar. Yo he de confesar que, pese al inexorable paso del tiempo, sigo sin comer churros y con la enorme duda de si no fue aquélla la mujer de mi vida.
Abr 10, 2011 @ 19:32:59
Si fue como lo cuentas, al menos ella lo tenía claro. Es lo malo de elegir, que la responsabilidad de equivocarte recae sobre ti.
Para comenzar a superarlo, te recomiendo un chocolate con porras. No es lo mismo, pero se parece. Luego, poco a poco, podrás ir incluyendo los churros, y cuando no te dé reparo, lo habrás conseguido. (Si necesitas apoyo psicológico, me ofrezco voluntario: Me encanta el chocolate con churros, tanto como con porras).
Interesante historia, y muy cercana. Enhorabuena.
Abr 11, 2011 @ 06:26:01
Además me sucedió en plenos exámenes de selectividad, una época en que andaba poco más que ido y me rompió todos los esquemas habidos y por haber. Alan, he de confesarte que he vuelto a comer churros en Casa Manolo, cerca de las Cortes.
Salu4
Abr 11, 2011 @ 07:57:33
Yo que te ofrecía mi ayuda «desinteresada»… Me alegro por ti.
Supongo que no volviste a saber nada más de ella…
Abr 10, 2011 @ 20:36:46
¡Alucino! Me acuerdo de la historia. Intenta superarlo, porque me encanta el chocolate con porras y churros. Como no puedo tomarlo por el colesterol, lo que hago es aprovechar el día de una analítica de Mercedes o mía, para visitar dicho establecimiento.
Abr 11, 2011 @ 06:28:03
Sí la chica se llamaba Marta y era insistente, demasiado insistente. me puso los nervios de punta.
Abr 10, 2011 @ 20:37:55
Tenía que quererte mucho para decidirse a tomar los hábitos, claro que siempre es mejor esta opción que tirarse desde el séptimo piso o seguir haciendo churros toda su vida.
Yo te aconsejaría que, hicieras caso a Alan y, quedaráis un día para tomar chocolate con churros.
Un abrazo «rompecorazones»
Abr 11, 2011 @ 06:31:54
No te lo tomes a coña, porque pudo ser el amor de mi vida. Tal vez un amor grasiento pero de los que hacen historia.
Salu4
Abr 10, 2011 @ 20:43:12
Se me olvidaba. Me parece muy bien escrito. ¿Por qué no te dedicas seriamente al tema y vas, permanentemente, a clases de Literatura?
Abr 11, 2011 @ 18:19:54
Se me hace cuesta arriba estudiar pero sé que tienes razón y no lo descarto de ninguna manera.
Salu4
Abr 10, 2011 @ 20:48:01
Divertido. Preséntalo al concurso de microrrelatos en el cole. Suerte. ¿Te ha inspirado la churrería de debajo de tu casa?
Abr 11, 2011 @ 18:22:42
Pues no tenía ni idea pero lo investigaré. Muchas gracias por visitarme y por tu comentario.
Espero verte asiduamente. Besos
Abr 11, 2011 @ 20:00:09
Ojo por ojo 🙂 Me gustó lo del asesino de churreras. Sinceramente, esa chica no te convenía; no te tortures, por favor 😉
Abr 11, 2011 @ 20:01:32
Me gusta mucho la foto.
Abr 12, 2011 @ 17:43:43
Pues en su momento estaba bastante acojonado aunque no pasó nada anormal.
Son circunstancias imprevisibles e incómodas que nos depara la vida.
Besos. La foto es muy chula, es verdad.
Abr 12, 2011 @ 11:27:50
Me ha gustado la historia, como la cuentas y como relatas tu perturbación. Por mi que la churrera era un tanto neurótica, posesiva e incluyente! De buena te libraste!
Un saludo,
Abr 12, 2011 @ 17:40:12
Reconozco que en su momento me dejó muy preocupado cuál sería su reacción. No era normal a esas edades llegar a tales extremos.
Salu4
Abr 13, 2011 @ 10:47:22
Qué tiempos aquellos del Barrio del Pilar. Aunque la historia, que buena, no me suena.
Fijo que la tía ha llegado a Arzobispa. Estará como Dios.
Abr 13, 2011 @ 14:29:27
Sí, tienes que acordarte, era la hija del churrero. La churrería estaba pegada al portal. En esa época vivíamos en Ponferrada 60. Un saludo.
Abr 13, 2011 @ 13:52:59
Después de leer la historia, creo que una persona que amenaza con matarse porque no le haces caso.. definitivamente, bien de la cabeza, no estaba. Y si cogió los hábitos por despecho, pues menos todavía.
Me parece que no era el amor de tu vida, sino la prueba de que la obsesión no es buena. Creo que te librastes de una buena.
¿Pudistes aprobar selectividad?
🙂
Abr 13, 2011 @ 14:26:49
Sí, pude hacerlo pero recuerdo esos momentos con desagrado y demasiada claridad. Cómo dices, tuve miedo de una responsabilidad que ella quiso hacer mía.
Es agua que pasó y quedará como una anécdota curiosa.
Besos. Por cierto me encanta lo de «inspiración 1971»
Abr 15, 2011 @ 17:04:12
Muchas gracias.. estaba «inspirada» el día que me bauticé así. Lo del año, es por el año de nacimiento.. no es porque solo haya 1971 inspiraciones.
🙂
Abr 13, 2011 @ 20:50:52
Jajaja!!! lo del asesino de churreras no tiene precio!!! 🙂
Besitos!!!
Abr 14, 2011 @ 18:54:13
Había que darle un pequeño toque de humor al tema porque fue jodidete.
Salu4
Abr 18, 2011 @ 14:39:12
Si mal no recuerdo la churrera era morena con rizos y de grandes ojos negros. Entraba mucho a comprar gominolas y aquellas bolsas amarillas y alargadas de cuarto de kilo.
Buen relato.
Saludos.
Abr 18, 2011 @ 16:45:09
Mis recuerdos son bastante difusos tengo una memoria para las caras nefasta. De verdad la recuerdas? Me gustaría que me recordaras más cosas.
Salu4
Abr 26, 2011 @ 11:33:46
jajjajajaaaaaaaaaaaaa, me ha encantado. ¿¿¿¿¿De verdad fue así????? Es lo que tiene la vida, estas historias de película… pero ya te vale no haberle dado una oportunidad, se la merecía. Qué huevos la churrera!!!!! Yo nunca me hubiera atrevido…
Siempre he deseado recibir una carta de un desconocido… ahora que lo pienso, me ha ocurrido en alguna ocasión, pero nada comparado a tu historia 🙂
Abr 26, 2011 @ 14:33:02
Tal vez demasiados huevos. Se le olvidó pensar en que los deseos individuales no pueder superar las libertades ajenas. La anécdota fue graciosa al principio, jodida por un tiempo y olvidada al final.
Yo también he recibido cartas anónimas en mi adolescencia, ya no aunque no eran tan comprometedoras como las de la churrera. Ahora que recuerdo siendo presidente de la comunidad recibí anónimos amenazadores.
Muchos besos. Salu4
Abr 26, 2011 @ 12:58:55
Historia divertida para estos días. Pero que hubiese sucedido si fuese una mujer policía?
Un abrazo
C.
Abr 26, 2011 @ 14:38:58
Seguramente me habría esposado a la primera oportunidad. Hablando en serio, la historia es una vivencia inolvidable que padecí en mi juventud y fue difícil de manejar. Pasados los años se ha transformado en un curiosa anécdota.
Me alegro de hablar (escribirte) contigo C. Un saludo y un fuerte abrazo.
May 02, 2011 @ 06:19:30
Pese al casco, veo que se te da bien dar la cara! Menos mal que la chica no acabó tirándose por la ventana después de tu respuesta, aunque por lo visto te traumatizó un poco la historia. Me pregunto qué pensaría ella de saber que su acoso te ha marcado hasta a la hora de comer churros.
Besos!
May 02, 2011 @ 10:29:40
Me has pillado con lo del casco, pero ni con él te libras de muchos peligros que ni quieres ni ves venir.
P.D. El otro día me tomé unos churros en Casa Manolo, empiezo a superarlo.
Besos