Cuando pronunció por primera vez aquella frase, supe al instante que mi vida ya no sería igual.
– “Be water my friend”, me susurró con suavidad. Era un 4 de julio lo recuerdo bien porque hoy es 5, un día más. Sí, recuerdo que me quedé extasiado, fue como una orden dictada por el mismísimo Pericles.
Yo, como hijo de la transición y de los Pactos de la Moncloa, tenía al francés como segunda lengua y mi inglés era malo o muy malo. Aún así, y con inusitada entereza, contesté a Jorge.
– Yes, ser como agua. Sé a lo que te refieres.
– ¡Eso es! la piedra angular sobre la que debemos construir nuestra existencia, c’est très important. Si somos flexibles aliviamos las tensiones que atenazan al cuerpo y a la mente. Dejemos que el viento nos acune igual que una madre a su hijo.
Ya os habréis figurado cómo era Jorge. En él confluían lo que yo denomino triple pe, (un fenómeno cada vez más frecuente aunque no por ello denostable): psicoanalista, políglota y poeta. Una combinación que no pasaba inadvertida y que, dejando la ironía a un lado, escondía a un buen profesional de la psique. Por lo menos se mantenía prudentemente alejado del manido 16 PF y del celebrado test de las 10 láminas, conocido por todos como el test de Rorschach. Jorge me mostró una nueva perspectiva desde la que abordar mi vida, exenta de zozobras e hipocresía.
No puedo olvidar una sesión en concreto, en la que hablamos de su viaje a Estambul. Jorge, no era especialmente religioso, pero cuando estuvo allí disfrutó de una experiencia inolvidable, una boda musulmana. Ante el Imán de la Mezquita de Arap, tuvo la fortuna de ser testigo de un ritual, lleno de música, colorido y emociones desconocidas para él. Quiso mostrarme que un lugar de culto religioso no tenía por qué ser territorio comanche para un no creyente. Siempre era posible extraer algo de provecho. En este sentido mi escepticismo era elevado, dado mi recalcitrante ateísmo. Esas prácticas no me llamaban la atención, al igual que tampoco me agradaban las fiestas de gigantes y cabezudos de mi pueblo.
– Tienes razón Jorge, le dije, no todo es blanco o negro, no hay que dar la espalda a otras culturas, y a la vez asentía con vehemencia, para que no insistiera con sus reveladoras experiencias.
– Nunca olvides nuestro principio, todo está en el “be water”, me repetía sin cesar en cada una de las sesiones que mantuvimos. Yo la bauticé con el nombre de terapia machaca, y no exento de razón pues en ocasiones me provocaba intensos dolores de cabeza.
Os prometo que progresaba más de lo que nunca imaginé, incluso entré en una parroquia. Me parece recordar que desde los cinco años no había vuelto a hacerlo. En aquella remota ocasión fui a rezar con mi padre porque mi hermano estaba gravemente enfermo. Nuestras plegarias no fueron atendidas. Y hete aquí que, cuarenta años más tarde, volvía a pisar suelo sagrado. Estaban oficiando misa. No vi nada que me interesase, no sentí nada que me conmoviese, sí me invadió una abismal tristeza por el recuerdo del inocente Miguel y por toda aquella gente que se aglomeraba buscando sentido a sus vidas, sin percatarse de que invocaban a la nada. Aquí no podía ser “water”, me cegaban la indignación y la rabia.
Pese a todo, cambié mi actitud iconoclasta en otros ámbitos de mi vida, tal y como me aconsejó Jorge. En el trabajo, y después de casi un cuarto de siglo, empecé a llevar traje. Fue una experiencia brutal: aplausos, silbidos, sonrisas, comentarios de todo tipo, acompañaron mi entrada en la oficina. Pasarían más de dos semanas hasta que mis compañeros se acostumbraron a esta nueva imagen. Constaté notables diferencias de comportamiento, gente que antes ni me miraba ahora me dirigía la palabra, comencé a asistir a reuniones, me escuchaban con atención, incluso noté cierto respeto. Ya era uno más, ¡bravo!
También en la esfera familiar percibieron mi nueva y maleable actitud. Busqué y rebusqué hasta encontrar mi anillo de bodas en lo más recóndito de la mesilla. Lo introduje en mi dedo anular derecho. Ana, se percató desde el primer momento. Sonrió, dio dos pasos, y me besó apasionadamente. Ahora me quería más. Lo que puede hacer un gesto es inimaginable. A mí, por el contrario, el anillo me estorbaba. Me pasaba todo el día dándole vueltas con el pulgar, de forma instintiva.
Comenté con Jorge mis avances y él los celebró con entusiasmo.
– Muy bien, te felicito. No ha sido tan difícil.
– No sé qué decirte Jorge, he sufrido momentos de máxima ansiedad aunque creo haberlos superado.
– ¿No notas la liberación, como si hubiera dejado de oprimirte algo el pecho?
– Es posible, necesito dejar que pase el tiempo para tener una buena perspectiva.
– Te voy a dar el alta, te encuentro francamente mejor, pásate cuando te apetezca y no olvides: “be water my friend”.
Abandoné la consulta contento, no puedo negarlo aunque me sorprendía que mi único problema hubiese sido una falta de flexibilidad. Si lo hubiera sabido antes, habría hecho Pilates que era mucho más agradecido y barato. ¡Quién me iba a decir que la solución a mis desvelos estaba en Bruce Lee!
Abr 03, 2011 @ 18:51:17
Muy bueno. Un relato incisivo, irónico y pericliano.
Pero, tengo una duda razonable, ¿quién es el avispón verde?
Jorge, Bruce Lee o Pericles.
Necesito saber la respuesta con urgencia.
Abrazos
Abr 03, 2011 @ 19:18:16
Es de sabios reconocer el poder de las pequeñas cosas. Una mirada, un gesto, un suspiro… pueden dar al traste con todos nuestros deseos, o todo lo contrario. La primera impresión es la que cuenta, y se basa en muchas pequeñas cosas, en cosas sin importancia (que se llaman así para despistar, para que seamos unos pocos los que sepamos su secreto).
‘Be water, my friend’, y que la fuerza te acompañe.
PD.: Me apunto a la duda de Mercedes. A mí no me urge, podré aguantar hasta después de la cena sin saberlo.
Abr 03, 2011 @ 21:46:49
«El avispón verde» es el título de una opelícula americana en la que Bruce Lee, desempeña una papel secundario como Kato, ayudante del célebre superhéroe, el avispón verde. Esto va unido a la célebre frase de Bruce Lee: «Be water my friend» cuando su vena filosófica estaba más que arraigada.
Saludos a ambos
Abr 04, 2011 @ 04:40:19
El relato es interesante, donde mezclas rituales, psicología, y conclusión. Aunque el protagonista, sencillamente descubre que es un simple gesto lo que le faltaba.. ser «flexible». Pero dá la sensación de que ponerse el traje, aceptar llevar el anillo.. lo hace por coveniencia social, por estar en el «standar», pero realmente, no es algo de lo que esté convencido. Se asombra de que esos gestos generen aceptación en los demás.
Bruce Lee, si, hizo muchas pelis, y era genial, una persona muy rica interiormente.
Saludos.
Abr 04, 2011 @ 08:11:01
Es parte de mi experiencia vital. Asombra cómo ciertos gestos o actitudes pueden cambiar las reacciones de la gente que habitualmente se mueve a tu alrededor.
Salu4
Abr 04, 2011 @ 19:34:42
Buen relato, con tu característico toque sarcástico mantenido de principio a fin. Repartir galletas a lo Bruce Lee también ayuda a veces… 🙂
Abr 05, 2011 @ 08:13:08
Ya te digo, me partía al escribir aunque gran parte de lo escrito es cierto al 100%.
Salu4
Abr 05, 2011 @ 15:26:50
¡¿Psicoanalista, políglota y poeta!?
YOU’D BETTER RUN!
Abr 05, 2011 @ 15:32:50
Se me olvidaba decir que los trajes apestan a hipocresía, son lo peor, a mi me pasa igual, te lo pones y todo el mundo te trata mejor. Puaj.
Yo creo que a veces es bueno ser inflexible en tus creencias si éstas no te hacen daño a ti ni a los demás. En definitiva, me ha gustado tu texto pero no tanto el mensaje.
Abr 05, 2011 @ 17:31:27
Eres muy sincero. Hay momentos en los que mantener una postura firme es indispensable y otros en que se puede ser más flexible (o hipócrita, el calificativo es lo de menos). Y con esto quiero decirte que hacer concesiones no significa renunciar a tu personalidad, al contrario creo que la reafirma.
Salu4
Abr 07, 2011 @ 15:45:46
Me quedo con la moraleja de la flexibilidad! Hay veces en las que uno tiene que dar su brazo a torcer porque si no… nos meteríamos en la faceta violenta de Bruce Lee.
Respecto al tema de los trajes, nadie ha visto nunca la serie «Cómo conocí a vuestra madre»?? Barney Stinson siempre está con su famosa frase del «ponte traje» precisamente porque, según él, dejas de ser un pringado al llevarlo. Es duro que te juzguen por las apariencias, pero parece que no hay más remedio.
Un texto divertido!
Besos!
Abr 08, 2011 @ 07:44:59
Gracias por visitar mi pequeño mundo. No sabes lo que ha cambiado mi vida desde que llevo traje, no sé si reír o llorar. Parece que sólo la pariencia importa y es al contrario.
Salu4
Abr 09, 2011 @ 00:33:18
Según el islam: Un sabio llegó al poblado de Akbar y la gente no le dio mucha importancia. Apenas atrajo el interés de un pequeño grupo de jóvenes. Muy por el contrario, fue objeto de chacota de muchos habitantes del lugar. Cierto día paseaba con algunos de sus discípulos por la calle principal, cuando un grupo de hombres y mujeres se puso a insultarlo. El sabio se les acercó, y les dio su bendición.
Al alejarse de allí, uno de los discípulos comentó:
-Ellos dicen cosas horribles, y usted les responde con bellas palabras.
El sabio respondió:
-Cada uno de nosotros sólo puede ofrecer lo que tiene.
De Pablo Coelho…
Creo que la flexibilidad es poder ofrecer, buscar un equilibrio…, la flexibilidad evita que se quiebre¡
Buenas tus letras y perdón por escribir mucho en el comentario…
Abrazos
Abr 09, 2011 @ 16:34:32
Para tus comentarios no hay límites y más aún cuando son de esta exttraordinaria sabiduría. La clave es ser fexible ahora lo sé a ciencia cierta, pese al tono sarcástico del relato, sin ella todo está perdido.
Muchas gracias C.
Abr 10, 2011 @ 21:16:13
Te iba a hacer la pregunta de ¿quién es el … pero al ojear los comentarios , salí de dudas.
Tus relatos se leen con ligereza y amenidad. No dejes de acompañarlos con tu dosis de mordacidad e hilaridad.
Abr 12, 2011 @ 20:06:45
Jajaja. Muy bueno. Y muy entretenido. Me encanta la «terapia machaca»…
Salu222222222!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Abr 13, 2011 @ 14:31:48
Gracias, me reí bastante cuando la estaba escribiendo. Se ciñe bastante a una realidad por fortuna pasada.
Salu4