Pero ¿quién es ese personaje tendido bajo las ruedas del coche gris, sin zapatos, semidesnudo y con inusual cara de felicidad? Es un necio sin fortuna, podría pensar algún avezado lector pero la realidad miente. Detrás hay una historia que no imaginaríais en vuestros días de mayor lucidez. Y no es que pretenda desmereceros, os confieso que no lo digo con esa aviesa intención, muy al contrario, ya que es tan singular que no repararíais en ella. Y éste es el suceso del que os hago partícipes para que juzguéis con conocimiento de causa.
– ¡Dios mío, qué potra tengo! ¡No es posible! Cómo me ha podido pasar a mí, seguro que soy único en el planeta. ¡Cuatro, toma ya! Ni una, ni dos, ni tres, han sido cuatro. Sin trampas, en el parque, sin haberme percatado del asunto, en un pestañeo. Como tiene que ser. Azar, simple y puro azar. Si no, no vale, no tiene ningún efecto. Madre mía, cómo se aprecian sus tonalidades, sus texturas y hasta los olores. ¡Joder, qué suertudo soy!
Se quita, sin asco pero con cautela, las zapatillas antes de pisar el felpudo. Está frente a la puerta de casa, abre con mano trémula, sosteniéndolas con la que le queda libre. Su expresión si no estúpida, es muy cercana, reflejo de un estado de satisfacción e inquietud. Deposita las zapatillas en el bidé, con cuidado de no manchar nada, las mima como a una santa reliquia. No huelen mal, apestan, es el inesperado olor del triunfo.
– Te tengo pillada por los cojones, no te escapas sin darme un pedacito de ti. ¡Santo cielo, qué potra! ¡Mi cartilla! ¿dónde estará mi cartilla de ahorros?
Busca. Bien sabe que se convirtió en su pasaporte. La busca con desespero, no sabe por cuánto tiempo podrá retener la suerte en su poder. Tira de los cajones, los escruta esparcidos por el suelo, rebusca. Furioso consigo mismo, con sus desmemoriadas neuronas, lo lanza todo por los aires. – ¡Dónde estás condenada! espera atraparla con sus impacientes palabras. Se detiene, es una máquina en reflexión. Intenta visualizar los fotogramas del día anterior: “ayer fui a la caja, saqué veinte euros de la cartilla, se me cayó al suelo, la limpié ¡PFFFF! y la guardé en el bolsillo de la chaqueta. Saludé al panadero, a la bizca, y me dirigí…” – ¡Mierda! la puñetera chaqueta fucsia, la llevé al tinte, estaba perdida de mostaza del burguer.
El desasosiego no impide discurrir a XL, es urgente llegar a la tintorería. Observa de reojo, casi sin mirar, su reloj de pulsera. – Las dos menos cuarto, no puedo perder la oportunidad de mi vida por un puñado de tiempo. Salta como un felino sobre las escaleras, descalzo, en pijama de rayas, con los ojos en sangre viva por la tensión, dejando la puerta abierta de par en par. ¡Corre, corre que no llegas! Es una exhalación, tropieza, cae y vuelve a levantarse, arrolla a un vecino del primero, a la portera, a quien se pone por delante. Es una fiera en busca de su presa. Radiante, agotado, sudoroso, ha logrado su objetivo. Entrega un sobado resguardo a la dependienta. – No está limpia, tendrá que regresar mañana. – Ni mañana, ni hostias, la quiero ya mismo. – ¡Qué grosero es usted! Por mí se puede llevar esta horterada cuando le apetezca ¡desgraciado! XL sale a la carrera, a buscar un cajero. Pegado a la carnicería de la bizca, divisa el logotipo salvador aunque tendrá que pasar bajo una escalera de madera. La escalera del técnico de la telefónica está en mitad de la puerta, empecinado en quitar y poner cables de una caja de registros. “Menos mal que no soy supersticioso, porque trae mala suerte y la mía se acabó para siempre” piensa XL. Extrae un billete tras otro hasta agotar el límite. Aún cree conservar su buena estrella y tanto es así que, para cerrar su círculo de fortuna, sólo le falta jugarse el dinero. Primitiva, quiniela, caballos, le da lo mismo pero no puede demorarse, el tiempo es implacable. Deambula absorto, feliz, consciente de que una nueva vida se asoma ante él, que cambiará su miserable existencia por la de un privilegiado. Cruza la calzada sonriente, es lógico.
— ¡Qué horror! No le vi señor agente, no le vi, se me vino encima. Surgió como la sombra de un fantasma. Le juro que no le vi aparecer. ¡Qué desgracia Dios mío! ¡Le maté, le maté!
La bizca está ofuscadísima, habla sin decir nada, en un intento por expulsar el sentimiento de culpa de sus entrañas. El agente, toma nota mientras llega la ambulancia, mejor servicio haría un coche fúnebre. XL yace debajo del coche gris, enganchado entre el tubo de escape y la transmisión, con apenas un hálito de vida. Alguien grita: “¡un cura, rápido, un cura!” Es la bizca. Solloza, se acerca a XL, cuya boca se mueve como la de un pez fuera del agua: – no se preocupe señora, no ha sido culpa suya. ¡Zapatillas de mierda!
Suerte de mierda
24 febrero
Feb 24, 2011 @ 21:27:01
Ignoraba que pisar cuatro mierdas tuviera algo que ver con la buena suerte. Yo sólo conozco el caso de mi padre que, cuando pisaba alguna, mi madre le echaba una bronca tremenda. Así que decidió que si se volvía a manchar subiría a mi casa a limpiarse: «Limpiamé esto por favor -me decía- que si no tu madre me llama pisamierdas».
Un relato gracioso, y curioso pero… con cierto mal olor.
Un abrazo
Feb 24, 2011 @ 23:37:54
Todo este asunto a mí también me huele muy mal. Supongo que es algo que inventaron para consolarse mientras se procede a limpiar la suela «enmerdada».
Me ha gustado lo del puñado de tiempo. ¿No dicen que se nos escapa de las manos?
Saludos.
Feb 26, 2011 @ 12:16:00
Demasiadas cosa huelen mal, este relato va dedicado a todas ellas.
Gracias por estar ahí, a ambos dos.
Salu4.
Feb 26, 2011 @ 12:31:46
Lo que es una suerte es leer tus relatos, y eso que hoy no he pisado ninguna mierda…
ignoraba mercedemolinero que tu padre te limpiara limpiar sus mierdas de sus zapatos. 😉 vaya punto
Feb 26, 2011 @ 18:36:29
En una ocasión cuando vivía en Alonso Cano vi, y no es coña, cómo un menda se resbalaba con una mierda y al levantarse volvía a resbalarse con la misma. Estaba que reventaba de la risa pero tuve que esperar unos metros más allá para partirme abiertamente.
Salu4
Feb 26, 2011 @ 19:48:17
Pero pobre hombre no? y eso que ha pisado unas cuantas mierdas, menos mal porque no se que habría sido de el si no las llega a pisar…
Por cierto, y como se dice a los actores, ¡mucha mierda! con tus relatos
Feb 26, 2011 @ 23:29:10
Una historia divertida, y estresante. Aunque el final te deja un ligero mal sabor de boca. Se solucionaría con un bocadillo de mierda?
Feb 27, 2011 @ 19:35:29
Posiblemente la solución sea una mierda. Incluso este relato de mierda sea mierdero, sobre gustos no hay nada escrito.
Salu4
Mar 01, 2011 @ 10:10:36
Menudo truñamen de foto. Este relato «de mierda» ya lo conocía… 🙂
Es curioso y original. Ya te estabas demorando en escribir de nuevo, aunque no más que yo.
Mar 01, 2011 @ 13:16:49
Buen relato!! Aunque la foto es una mierda!!
Mar 01, 2011 @ 15:33:55
Un relato gracioso, con aromas y fragancias, a veces hay algunas que matan¡¡
Abrazos para ti.
C.
Mar 01, 2011 @ 19:25:36
Gracias por vuestros comentarios de mierda.
Salu4
Mar 02, 2011 @ 14:27:41
Me ha gustado mucho la trepidante carrera, transmite urgencia y angustia. El principio y el final es una mierda.
Mar 02, 2011 @ 18:24:45
Lo has captado fenomenal, es una mierda de principio a fin.
Salu4
Mar 05, 2011 @ 11:18:07
Pues yo el otro día pisé una mierda, y ese mismo día ganó mi equipo 4-1. Pero aún así me cagué en los muertos del dueño del perro, las cosas como son.
Divertido y curioso texto.
Mar 06, 2011 @ 10:19:49
No me extraña en absoluto tu reacción. La suerte, a veces, es un poco engorrosa.
Salu4
Mar 10, 2011 @ 12:34:35
Aunque tarde … ahí va. Hay días muy aciagos. Muchas veces he pensado que me podía ocurrir a mí. Es de lo más desagradable y mierdoso y, para mayor inri, que encima la diñes.
Mar 10, 2011 @ 17:45:19
Si te enmierdas acabas como el culo.
Salu4